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El Estudiante (1874) Francisco Oller Óleo sobre lienzo Colección Museo de Orsay. París, FranciaEl Estudiante (1874) Francisco Oller Óleo sobre lienzo Colección Museo de Orsay. París, Francia

Alejandro J. Rosado | 14 marzo, 2023 | Paris, Francia

 

Hace cerca de 15 años mientras terminaba mis estudios subgraduados en la Universidad de Puerto Rico Recinto Universitario de Mayagüez, tomé un segundo curso de Arte con la misma profesora que el primero, Sandra Aponte. En aquel entonces mi meta era completar una carga académica y tener en mi matricula un sólo curso que fuera para mí una distracción. Siendo estudiante de ingeniería en la mejor institución educativa del país, necesitaba una pausa a tanta continua fórmula matemática, teorema científico y aplicación física práctica de mi mundo adelantado a aquel 2008. En ese curso, “Apreciación del Arte de Puerto Rico”, atravesé una puerta más grande que las 3 puertas originales de mi querido Viejo San Juan. Pude conocer sobre Ramón Frade, Miguel Pou, Henry Klumb, Jack Delano, Frank Loyd Wright, Julio Tomas Martínez, Francisco Oller y Cestero, Lorenzo Homar, Rafael Tufiño, Antonio Martorell entre varios más. Conocí la serigrafía, el tallado, la escultura, la pintura, arquitectura, colores, luz, espacio, forma, pinceladas… en fin, mi mundo giró a uno más “balanceado”. Descubrí un nuevo idioma, una voz que me daba aliento y ofrecía una perspectiva no estructurada y científica. De todos los nuevos ilustres que conocí, dos quedaron grabados en mi mente y corazón como la primera y tercera ley de Newton.

La primera Ley de Newton establece que todo cuerpo continúa en su estado de reposo o movimiento uniforme, en la misma dirección y velocidad a menos que sea obligado a alterar su estado, por fuerzas netas estampadas sobre él. Julio Tomas Martínez y yo tenemos mucho en común. Además de ser Utuadeños, somos Ingenieros educados en la misma institución. A eso añádele que somos masones. Julio, utilizó su arte para plasmar una gama de momentos y situaciones de su época. En “La Ocupación de Utuado” nos presenta la escena de cuando tropas Norte Americanas hacían un inventario de nuestra infraestructura luego de su intervención militar en la Isla en el 1898. Mi pueblo de Utuado, cuna de la ingeniería puertorriqueña, fue el primer pueblo en tener luz eléctrica, disfrutaba de agua atreves de un acueducto tipo romano cuya fundación era similar al Acueducto de Segovia en España. En Utuado también existió una Central Azucarera y Julio, no dejó perder la oportunidad de plasmar el sacrificio de mis compueblanos trabajadores de la caña en “El Genio del Ingenio”. Un gran amigo historiador y compueblano, José Cruz Maldonado, en su libro “Oro Dulce” utiliza como portada a “Oro Dulce”. ¡Que Irónico, no! Como utilizamos piezas de arte para seguir educando aun años después de creadas.

Nuestras circunstancias nos han obligado a regresar a nuestras raíces para poder expresar nuestras ideas y emociones. Me recuerda a otro curso que tomé con otra gran profesora, Lydia Margarita González Quevedo. Lydia, hermana de Antonio y Sergio, este último Ex Secretario de Transportación y Obras Públicas, una de mis inspiraciones para ser ingeniero, nos ofrecía en clase la frase “… tenemos que regresar al pasado para poder entender el presente…”. Mi examen final de aquel segundo curso de arte tenía una pregunta muy difícil y que siempre e llevado conmigo. La pregunta decía algo así como “¿Cómo este curso a causado un cambio en tu vida y forma de pensar? Cuán difícil poder ponerles palabras a las emociones… siempre ha sido mi talón de Aquiles. En aquel momento en Puerto Rico escaseaba el trabajo para ingenieros. Y eso es tema para otro escrito, pero yo tenía una oferta de empleo con la misma organización que Julio Tomas Martínez pintó en “La Ocupación de Utuado”. Mi motivación para trabajar con ellos era el poder reconstruir la Ciudad de Nueva Orleans después del Huracán Katrina.

Nueva Orleans para muchas naciones del mundo ha sido como un Puerto Rico. Ocupado primero por Francia, luego por España, pasando luego a Francia y finalmente comprada por los Estados Unidos de América. Puerto Rico por su parte fue posesión de España, luego de Estados Unidos de América, fue libre por varios días después de la revuelta del 1950 (donde participó mi Hermano Masón Don Gilberto Martínez) y después de esos días pasó a ser parte de Estados Unidos hasta el día de hoy que sigue siendo una COLONIA. De hecho, según El Ex Juez Trias Monge en su libro, “Puerto Rico: Las Penas de la colonia más antigua del mundo” nos relata como las Leyes Foraker y Jones se contradicen unas a otras. Es este el punto de partida, en mi opinión, donde el puertorriqueño se “confunde políticamente” con las doctrinas republicanas y demócratas por su preciso momento histórico.

Sin embargo, a lo largo de nuestra historia, no hemos podido decir basta ya. Nunca hemos hecho algo para cambiar PERMANENTEMENTE nuestra historia moderna. Sí, sacamos a la Marina Norte Americana de Vieques. Sí, logramos hacer que el Gobernador Roselló hijo renunciara a su cargo en el verano del 2019, pero para luego tener un gobernador por una semana que fuera reemplazado por un gobernante que no fuera elegido mediante sufragio universal (gracias, Mr. Jirau por enseñarme el significado real de ese término), y luego en las próximas elecciones se eligiera al gobernador que duró una semana… ¡Que nos pasa Puerto Rico! ¿Acaso no podemos mirar hacia atrás y repasar nuestra historia? ¿Tenemos que quedarnos sentados de brazos cruzados hasta que estemos incomodos? ¿Podríamos salir de esta aburrida Primera Ley de Newton? Julio Tomas Martínez en su obra “La Invocación” nos enseña esa puerta. La tercera Ley de Newton constituye que cuando dos partículas interactúan entre si, la fuerza sobre una partícula es igual y opuesta a la fuerza que interactúa sobre la otra partícula. Resumiendo, como me enseño mi maestro de escuela superior y primer ilustre científico de mi vida Miguel Báez Soto, “Para toda acción hay una reacción, de igual magnitud, pero en dirección contraria”. Miguel no era amigo de la opresión y si de las causas justas y comunes. Igual que Francisco Oller y Cestero. Francisco y yo tenemos mucho en común también. Ambos perfeccionamos nuestro talento y profesión fuera de nuestra patria. Francisco, amigo de Pissarro, Monet y Renoir, compartía libremente en los cafés de Paris juntos a ellos y Ramón Emeterio Betances. Francisco pasó hambre y pasó frio en Francia. En su ir y venir entre Puerto Rico y el caribe produjo grandes obras entre ellas “La escuela del maestro Rafael”, “El Velorio” y “El Estudiante”.

En “La escuela del maestro Rafael”, Oller nos enseña a un negro tabacalero que además es maestro de niños esclavos en la escuela que fundó. En esta obra vemos como Rafael tenía dos trabajos, la mesa de educación y la mesa de tabaco. Podemos ver como el puertorriqueño que quiere progresar y aportar al país noblemente, tiene que hacer más que los demás. El rostro del Maestro Rafael se observa cansado pero aun así hay niños sonriendo y con comida en las manos. Como padre, puedo sentir el gozo en mis coyunturas y me transporta la memoria al ver a mi hijo comer pancakes y decir “This is so Good”. Oller humaniza y le da vida al dolor físico del trabajo y la pobreza en esta obra. Al mismo tiempo nos da aliento y enseña que nuestra misión en este mundo es dejarlo siempre mejor para futuras generaciones. Su talento no solo reposa en la pintura, sino en la selección y el enfoque de su arte.

En “El velorio” aprendí que siempre hay un principio y un fin. Hay gente que ni le importas en este mundo y simplemente te reconocen “temporalmente”, mueres y pasan la página. Incluso, algunos celebrarán tu muerte, dando paso así a través de la puerta del desinterés y fragmentado sentido social/comunal en el que vive el puertorriqueño. Mas de 100 años después de creada, nuestra sociedad no ha cambiado en nada. La inmensa mayoría solo piensa en yo primero, yo segundo y yo tercero. Le prestamos más atención a nuestro mundo digital y objetos materiales que a las emociones propias y las de nuestra familia. Lamentablemente para mí, seguimos alimentado el analfabetismo cultural. Luego nos quejamos del por qué nuestras circunstancias no cambian. Debemos mirar atrás y entender que al igual que la Tercera Ley de Newton, debemos de poder salirnos de “El Velorio” y observar nuestras acciones a nivel personal y social. No podemos seguir actuando de la misma manera. Debemos tener el coraje de proveerle al próximo Oller un tema nuevo que ilustrar.

Ahora, entendamos algo de mi… Oller nunca paró de soñar y trabajar. En su obra “El Estudiante” vemos al Dr. Francisco Mejía Rodríguez y su novia Blanche. Sí, gracias a ese curso de arte logré encontrar el nombre de “el estudiante” que Oller nos regala en “El Estudiante”. Permíteme hablarte sobre este interesante individuo. Este noble Yaucano, estudiaba medicina en Paris mientras Oller vivía acá. Varios años luego de Oller crear la obra, el Dr. Mejía muere. Empero su memoria vivirá para siempre en esta obra de Oller y en el busto que fue comisionado por su padre para que adornara su tumba en el Antiguo Cementerio Municipal de Yauco. Este busto forma parte del 2% de las obras en el exterior de Francia del artista francés Amédée Donatien Doublemard. ¿Dónde está el busto hoy día? No tengo la mas remota idea. Unos ilustres la ponen en la Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico, otros en algún almacén del Municipio de Yauco y otros en inventarios del Instituto de Cultura Puertorriqueña.

El Dr. Francisco Mejía Rodríguez murió durante el esfuerzo en Francia de vacunar a la población durante la epidemia de la viruela. ¡Que irónico, no! Como utilizamos piezas de arte para seguir educando aun años después de creadas. Reconozco que hay una parte del amor y pasión al servicio de otros de Oller que vive en mí. Al igual que Oller me identifico con las justas causas. Al igual que el Dr. Mejía, estoy dispuesto a morir practicando mi profesión por el bien común, por servir a la humanidad y por el bienestar de los más necesitados. No todos los días podremos visitar el Museo de Orsay en Paris, Francia a ver en persona a “El Estudiante”. Por mi parte cierro un capítulo de mi vida. Y te reto a ti que me lees, hay algo más grande en este mundo que tú. Hay un deber moral con la civilización en la que vivimos. Hay una obligación con la patria. Porque nos podemos morir en cualquier momento. ¿Pero, cuál es tu legado a nuestra civilización y la patria? El de Doña Ruth Rivera y Don José Rosado se llama Alejandro José Rosado Rivera. El mío, Alejandro José Rosado Feliciano y mi carrera de Ingeniero Civil.

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